Carta blanca by Jeffery Deaver

Carta blanca by Jeffery Deaver

autor:Jeffery Deaver [Deaver, Jeffery]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


37

El hotel estaba cerca de Table Bay, en la elegante zona de Green Point de Ciudad del Cabo. Era un edificio antiguo de seis pisos, en el estilo clásico del Cabo, y no podía disimular sus raíces coloniales, aunque tampoco se esforzaba. Se detectaban en el meticuloso diseño del jardín, atendido por cierto número de diligentes trabajadores, en el delicado pero firme recordatorio grabado en placas referente al código indumentario en el comedor, en los uniformes blancos del recatado y omnipresente personal, y en los muebles de la terraza que daba a la bahía.

Otra pista fue la pregunta de si el señor Theron desearía tener a su servicio un mayordomo personal durante su estancia. Declinó la oferta cortésmente.

El hotel Table Mountain (que aparecía en todas partes como «TM», desde el suelo de mármol a las servilletas grabadas en relieve) era el tipo de lugar donde se alojaría un hombre de negocios afrikáner acaudalado de Durban, tanto sí era un comercial de informática legal como si se trataba de un mercenario que deseaba deshacerse de diez mil cadáveres.

Después de registrarse, Bond se encaminó hacia el ascensor, pero algo llamó su atención. Entró en la tienda de regalos para comprar una crema de afeitar que no necesitaba. Después, volvió a Recepción para servirse zumo de fruta de un gran depósito de cristal rodeado de un arreglo floral compuesto de jacarandas púrpura y rosas blancas y rojas.

No estaba seguro, pero tal vez alguien le estaba vigilando. Cuando se volvió de repente para ponerse zumo, una sombra desapareció con igual celeridad.

Cuantas más oportunidades hay, más espías llegan…

Bond esperó un momento, pero la aparición no se repitió.

La vida de un agente siembra semillas de paranoia y, en ocasiones, un transeúnte es sólo un transeúnte, una mirada de curiosidad no significa más que una mente curiosa. Además, no puedes protegerte de todos los riesgos del oficio. Si alguien desea matarte con todas sus fuerzas, conseguirá materializar su deseo. Bond se deshizo mentalmente de su seguidor y subió en ascensor al primer piso, donde se accedía a las habitaciones mediante una terraza abierta que dominaba el vestíbulo. Entró, cerró con llave la puerta y pasó la cadena.

Tiró la maleta sobre una de las camas, se acercó a la ventana y cerró las cortinas. Guardó todo lo que le identificaba como James Bond en un sobre grande de fibra de carbono, con un cerrojo electrónico en la solapa, y lo cerró. Inclinó con el hombro una cómoda y empujó el sobre debajo. Podrían encontrarlo y robarlo, por supuesto, pero cualquier intento de abrirlo sin la huella de su pulgar en la cerradura enviaría un mensaje cifrado a la Rama C del ODG, y Bill Tanner enviaría un texto de «Hundimiento» para avisarle de que su tapadera corría peligro.

Llamó al servicio de habitaciones y pidió un bocadillo vegetal con pollo y beicon, además de una cerveza negra Gilroy. Después, se duchó. Cuando acabó de ponerse unos pantalones grises y un polo negro, la comida estaba en la puerta. Se pasó un peine por su pelo mojado, atisbó por la mirilla y dejó entrar al camarero.



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